Cristina Morató: "Todos mis libros son un tributo a mis antecesoras"
—Más de veinte años en la profesión
periodística dan para contar
muchas historias. ¿Cómo recuerda
sus comienzos?
—Con nostalgia y con asombro,
al ver lo que uno es capaz de hacer
cuando es joven y tiene ganas de
comerse el mundo.
—¿Cuál fue su bautismo de
fuego en el periodismo?
—Fue en el año 1982 en un viaje
a Centroamérica. Entonces estudiaba
Periodismo en la Universidad
de Barcelona y tenía ganas de
conocer cómo trabajaban los reporteros
de guerra. Fue mi bautismo
de fuego porque no había
cumplido los veintiún años y me
planté sola en Nicaragua,Honduras
y El Salvador. Fueunviajeque
me sirvió para darme cuenta de la
realidad. Después de trabajar en situaciones
difíciles, decidí que no
era este el tipo de periodismo que
megustaba, porque yo no tenía estómago
para poder contemplar y
fotografiar el dolor sin dejar la cámara
y ponerme a ayudar.
—Sería una experiencia cargada
de anécdotas.
—La más divertida fue que me
presenté en Managua, cuando se
vivía la euforiade la llegadade los
andinistas al poder, con un carné
de la revista Hogar y Moda. Tardaron
una semana en darme una
acreditación, porque creían que se trataba de una broma. —¿Cuándo regresó?
—A los tres meses. —¿Y qué hizo a la vuelta? —Seguí estudiando. Lo que pasa
es que ya tenía el demonio de la
curiosidad dentro de mí. Dejé la
idea de hacer reportajes en zonas
de conflicto, pero hice una escapada
a Guatemala, donde conviví
un tiempo con indígenas mayas.
—¿De ahí su empeño por rescatar
la cultura de estos recónditos
pueblos?
—Sí. Allí descubrí que me
atraía mucho el tema de las señas
de identidad de los indígenas. Por
ejemplo, yo he fotografiado durante
diez años los textiles mayas
de Guatemala y México. —¿Y qué conclusión sacó? —Que para los indios la tela es
una bandera de resistencia ante la
invasión que tienen de otros países
que les quieren occidentalizar. —¿En ese periodo pasó del
blanco y negro al color? —Efectivamente.Mis primeras
fotografías en blanco y negro
eran muy fuertes, porque contenían
la situación de los refugiados
de Centroamérica. Después di un
cambio, me pasé al color y empecé
a viajar por el mundo para sacar
lo positivo de los países que viven
en situación de pobreza. —África fue el primer país en
elquese dedicó a los aspectos culturales, ¿no es así? —Así es. En 1983 tuve mi primera
experiencia en Guinea Ecuatorial,
donde acompañé durante
tres meses a un grupo de médicos
cooperantes.Me enamoré de África,
a pesar de no ser un viaje muy
placentero, ya que allí cualquier
persona que lleva una cámara de
fotos y se pasea por las aldeas tomando
imágenes y hablando con
la gente es tachada de espía. —¿Toda una vida de viajes? —Después estuve en el Zaire,
donde trabajé como intendente de
la Cooperación Sanitaria Española
en el interior de la hoy República
Democrática del Congo. Allí me
apodaron madame Matata, que
significa mujer problema. Tras este
viaje y, junto a Javier Reverte, fui
a Uganda, Tanzania y Kenia,
donde recorrimos lugares legendarios
en los que han transcurrido
las epopeyas de los grandes exploradores
británicos del siglo XIX.
Fue un viaje al África más mítica. —¿La condición de mujer leha
conllevado algún problema? —Ninguno, al contrario. Yo me
he dedicado a fotografiar a muchas
mujeres en estos países mal llamados
del TercerMundo y para mí
todo ha sido facilidad. Yo creo que
una mujer sola nunca representa
un peligro para una comunidad. —¿Cuántos paíseshavisitado?
—Másde cuarenta. Lo que ocurre
es que nunca me ha interesado
contar los kilómetros. Para mí
el viaje, al igual que las mujeres que
yo rescato en mis libros, ha sido
una escuela de conocimiento y no
una competición deportiva. —¿Por qué siempre historias
de mujeres? —Porque hay un gran vacío y
porque ellas han contribuido a un
mayor conocimiento histórico y
geográfico de los países. —¿Ahora se dedica a alimentar
su espíritu viajero? —Dejé la televisión porque me
siento viajera. Mis tres libros son
un tributo a las que yo considero
mis antecesoras. |